
Reencuéntrate con tu esencia
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¿Y si el camino de regreso a ti no fuera lineal, ni perfecto... sino suave, pausado y profundamente humano?
Volver a ti es volver a ese espacio sagrado donde habita tu niñ@ interior. Esa parte tuya que siente intensamente, que se asombra, que tiene miedo, que quiere jugar, que busca amor sin condiciones.
¿Quién es tu niñ@ interior?
Es tu origen emocional. Es quien fuiste antes de que te dijeran cómo "debías ser". Es el eco de tus primeras experiencias, el guardián de tu vulnerabilidad, pero también el portador de tu creatividad más pura.
Tu niñ@ interior no desapareció al crecer. Solo se quedó en silencio esperando que vuelvas a buscarle. Cuando lo haces, cuando te detienes a escucharle, empiezas a recordar quién eras antes de dejar de confiar en ti.
¿Por qué abrazarl@?
Porque much@s de nosotr@s estamos intentando avanzar en la vida adulta con una parte interna que aún se siente herida, sol@ o confundid@.
Cuando ignoramos a nuestro niñ@ interior, nos cuesta confiar, poner límites, disfrutar, recibir... incluso sentirnos segur@s en nuestra propia piel.
En cambio, cuando l@ abrazamos:
* Se calma nuestro sistema nervioso.
* Nos sentimos acompañad@s desde dentro.
* Se reconfigura nuestra autoestima y confianza.
* Deja de doler tanto brillar, elegirnos y decir que no.
¿De dónde vienen esos miedos que a veces aparecen justo cuando todo va bien?
Es normal que, tras un logro o un momento expansivo, aparezcan sensaciones como culpa, ansiedad o incluso miedo al éxito. Eso no significa que estés retrocediendo. Lo que sucede es que tu niñ@ interior está activ@, recordando experiencias pasadas donde “brillar” o “destacar” no era seguro.
La buena noticia es que no estás sol@. Y que ahora, como adult@, puedes abrazar a esa parte de ti y mostrarle que hoy, sí es seguro ser tú.
Práctica para reconectar con tu niñ@ interior
Aquí te dejo una forma simple y amorosa de volver a ti:
1. Busca un lugar tranquilo. No necesitas mucho. Solo que te sientas segur@.
2. Toma algo suave. Puede ser una manta, un cojín o incluso una prenda de ropa que te guste.
3. Respira profundo. Inhala por la nariz, exhala por la boca. Hazlo lento, presente.
4. Cierra los ojos. Visualiza a tu niñ@ interior. ¿Cómo se ve? ¿Qué necesita hoy? 5. Dale un abrazo simbólico. Abrázate a ti mism@ o al objeto que tienes en brazos como si fueras tú de pequeñ@.
6. Háblale con amor. Puedes decirle: “Estoy contigo”, “Ya no estás sol@”, “Te veo y te amo tal como eres”.
Este pequeño gesto tiene un gran poder. Te devuelve a tu centro y te recuerda que la contención que necesitas puede nacer desde adentro.
Cómo incorporar esta conexión en tu día a día
* Escúchate sin juzgarte. Si algo duele o incomoda, valida la emoción. Esa es tu niñ@ hablándote.
* Juega. Haz cosas que disfrutabas de pequeñ@ sin que tengan un “propósito”.
* Escribe una carta a tu niñ@ interior. A veces, poner palabras en papel es sanador.
* Recuerda que no estás para hacerlo perfect@. Estás para vivirte con más verdad.
Un cierre que no cierra...
Volver a ti no es un destino: es un movimiento constante de ternura y presencia.
Es aprender a habitarte con honestidad y a sostenerte sin condiciones.
Abrazar a tu niñ@ interior no es algo que haces una vez y ya. Es una forma de vida.
Una decisión diaria de ser tu refugio y tu raíz.
Así que, la próxima vez que te sientas pequeñ@, frágil o fuera de lugar…
Recuerda: no estás sol@. Tu niñ@ sigue contigo. Y ahora, tú estás aquí para abrazarl@.