
Papá: lo que sí pude recibir de ti
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Papá, prepárate… porque estás a punto de comenzar la historia de amor más grande, intensa y transformadora de tu vida. Solo imagina que en unos años, ese pequeño ser que hoy cargas en brazos, te mirará a los ojos con la misma admiración con la que tú alguna vez miraste a tus propios padres. Y en su corazón, tú serás el primer gran amor. El amor que no traiciona. El que se queda. El que lucha. El que guía.
Tú, papá, vas a ser ese héroe que no necesita capa, porque llevas coraje en el alma y ternura en las manos. Años después, cuando tu hij@ ya sepa escribir, tomará una hoja de papel y te regalará estas palabras, llenas de verdad y gratitud:
Carta a Papá: Lo que sí pude recibir de ti
Papá, los años han pasado… tus pasos ya no corren, pero yo aún puedo sentirlos corriendo detrás de mí en los recuerdos de mi infancia. Puedo cerrar los ojos y revivir esas tardes en las que me lanzabas la pelota, me cargabas entre tus brazos, y me dabas ese beso con el que todo tenía sentido.
Aunque uno no escoge a la familia, yo agradezco profundamente que tú y mamá me hayan escogido a mí. Agradezco que hayan apostado por mi vida y por mi bienestar. Si tuviera que elegir nuevamente, te escogería a ti. Una y otra vez. Sin dudarlo.
Recibí de ti mucho más de lo que las palabras pueden contener. Recibí tu firmeza que me enseñó a tener límites. Tu amor incondicional que me enseñó que no necesito merecerlo para recibirlo. Tus silencios sabios que hablaban más que mil discursos.
Gracias por los castigos que no entendí en su momento, pero que hoy comprendo como los muros que me evitaron caer en precipicios. Gracias por tus regaños, porque con ellos me enseñaste que el bien y el mal existen, y que uno puede elegir hacer lo correcto aunque duela.
Me enseñaste a levantarme, a secarme las lágrimas, a reírme de nuevo, incluso cuando el corazón parecía roto. Con tus bromas, con tu humor —tan tuyo, tan especial—, me devolvías la paz.
Gracias por estar. Siempre. Por dejar tus propias necesidades a un lado para cubrir las mías. Por las madrugadas saliendo a trabajar. Por regresar cada tarde. Por ser el pilar, el refugio, el puerto seguro.
Ser padre no es sencillo, pero tú hiciste que fuera hermoso. Me convertiste en una persona que te ama profundamente, que trata —con errores y aciertos— de hacerte sentir orgulloso.
Hoy entiendo por qué insistías tanto en los domingos en familia. Antes los vivía… hoy los agradezco. Porque entendí que estar juntos no es un plan, es un regalo. Es riqueza pura.
Me enseñaste a confiar. A esperar. A renunciar cuando era necesario. A elegir lo correcto aunque me costara. Tus “no” fueron faros en la niebla. Tus límites fueron mapas en medio del caos.
En “Yo Vivo en Gratitud” celebramos tu paternidad
Papá, sabemos que tu misión no termina con la infancia. Porque ser papá es una promesa de por vida. Es amar cuando nadie más puede. Es guiar cuando otros se rinden. Es cuidar, incluso en silencio.
Te deseamos paciencia en el corazón, calma en la mente y dulzura en el alma. Porque sí, llegarán desafíos, pero también alegrías que te desbordarán.
Tu superpoder es tu amor. Ese amor que sana, que acompaña, que deja huella.
Gracias por ser papá. Gracias por quedarte. Gracias por todo lo que sí pude recibir de ti.