
La importancia de hacer aunque haya miedo: cómo tomar decisiones sin certezas
Compartir
Hay momentos en la vida en los que el corazón late más fuerte, no porque esté enamorado, sino porque está frente a un cruce de caminos. Son esos instantes en los que sabes que algo debe cambiar, pero las dudas y el miedo se asoman como sombras que intentan frenarte.
Y aquí está la verdad: nadie nos enseñó a decidir con el alma en medio de la incertidumbre. Sin embargo, la vida no se detiene, y nos invita una y otra vez a dar un paso, aun cuando no veamos con claridad el terreno completo.
Elegir también es no elegir
Aunque a veces quisiéramos que el tiempo nos diera tregua, lo cierto es que la vida nunca se queda en pausa. El sol sale y se pone, la tierra gira, y mientras tanto, nosotros estamos llamados a movernos con ella.
Decidir no hacer nada también es una elección. Y aunque puede ser válido si lo hacemos desde la conciencia, muchas veces dejamos que sea el miedo quien decida en nuestro lugar. Entonces vale preguntarse:
-
¿Quiero vivir como espectador de mi propia vida?
-
¿O prefiero ser protagonista, incluso con la incertidumbre a cuestas?
Escuchar al miedo, sin dejar que gobierne
El miedo no es un enemigo a derrotar, sino un mensajero a escuchar. Durante mucho tiempo pensé que decidir era un proceso puramente racional. Hoy sé que no: también decide el cuerpo, la emoción, la historia que habita en nosotros.
Cuando elegí entregar mi energía a Aprende Siendo, lo hice con miedo, pero también con propósito. Y descubrí que ese miedo no era solo obstáculo: era recordatorio de que aquello realmente me importaba.
Escucharlo me permitió transformarlo en fuerza, en una especie de combustible que se mezcla con la esperanza y la determinación. No se trata de callarlo, sino de agradecer su voz y, aun así, seguir con la brújula del corazón.
La vida siempre da margen para corregir
Uno de los mayores engaños del miedo es hacernos creer que todo es irreversible. Que si te equivocas, ya no hay marcha atrás. Pero la vida es más sabia y flexible que eso.
Cada decisión puede ajustarse, revisarse, reorientarse. Y lo que al principio parece un error, puede convertirse en la lección más luminosa de tu camino. Nada está escrito en piedra; lo único definitivo sería no atreverte a probar.
Lo que dejas cuando no eliges
A veces creemos que no actuar nos protege. Pero, ¿realmente de qué nos protegemos?
La pregunta más honesta es: ¿qué estamos dejando atrás cuando evitamos decidir?
Las oportunidades no siempre vuelven. Algunas se presentan una sola vez y pasan de largo si no nos atrevemos a extender la mano. El miedo, entonces, no solo nos aparta del riesgo, sino también de la posibilidad de vivir más cerca de lo que da sentido.
Si tu decisión está alineada con lo que amas y con lo que eres, ¿no vale la pena arriesgarte un poco?
Una invitación al presente
Hoy no necesitas tener todas las respuestas, ni la ruta completa trazada. Lo que sí puedes cultivar es una conversación sincera contigo misma:
- Escuchar al miedo sin dejar que decida
- Reconocer tu propósito
- Dar un paso desde ahí.
Porque tu vida no está en pausa. Y tú tampoco.
✨ Frente a ti siempre habrá una opción. La pregunta es: ¿qué vas a elegir?
Un ejercicio de gratitud para tu próxima decisión
Antes de decidir, regálate un instante de calma. Respira profundo, lleva la mano al corazón y piensa en tres cosas por las que hoy sientas gratitud. No importa si son grandes o pequeñas: un abrazo, una oportunidad, tu propio camino recorrido.
Esa gratitud te conectará con tu centro y te recordará que ya tienes dentro de ti la fuerza que necesitas. Desde ahí, tu decisión no nacerá del miedo, sino del amor y la confianza en la vida.
Porque al final, elegir es un acto de fe. Y la fe, cuando está sostenida en gratitud, siempre abre caminos.